Edición 377
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Oscar Juárez Domínguez – La presidencia democrática de Enrique Peña Nieto

Enrique Peña Nieto no es un presidente débil; es un presidente democrático. Así se comprometió ante una sociedad que miraba con recelo el regreso del PRI a Los Pinos. A cuatro años de su mandato, ha cumplido su palabra: México es un país de muchos, un México que se decide y se dice en plural.Las reformas peñistas no aceleran el reloj de la historia, solo son un nuevo entramado institucional que tienen la finalidad de colocarnos en el mediano plazo como una de las cinco primeras economías del mundo, hoy ya somos la decimocuarta. En el trabajo de cada uno de nosotros está la fuerza para lograrlo: no será fácil, pero no es imposible. Las bases del país ya son otras.

Sin embargo, hay una nostalgia por la presidencia imperial. Los grupos de interés monopólicos y corporativos reaccionan, el viejo México se convulsiona en un sentimiento de restauración autoritaria: por un lado, formulan preferencias contrarias a la transformación del país y someten la imagen del presidente de la República a una despiadada campaña de contraste que busca mermarlo en la opinión pública; Enrique Peña tiene los niveles de aprobación más bajos desde Zedillo pero el nivel de eficacia política más alto en los últimos 25 años pues concreta trece reformas estructurales que los gobiernos de Salinas, Zedillo, Fox y Calderón no pudieron siquiera discutir en el Congreso debido la falta de acuerdo con sus propios legisladores.

Las prácticas autoritarias –encapsuladas en gobiernos subnacionales de todos los partidos políticos electos antes del año 2012- también resienten la modernidad peñista. No es casual, que Ayotzinapa sea una atrocidad perpetrada en un estado pobre con un desarrollo democrático precario dominado por una coalición de intereses locales anclados en lo más reprobable de la trágica historia de Guerrero; y así están muchos estados donde la transición democrática no había desembocado en nuevas formas de hacer política. Hasta ahora.

En la elección de junio pasado no perdió el PRI, que en votos recibió más que el PAN; tampoco perdió el presidente Peña; quien un año antes obtuvo el respaldo electoral a su agenda de reformas con una mayoría legislativa. Más bien, fueron derrotadas en las urnas, estas autocracias regionalistas que ya no tienen lugar en la moderna sociedad mexicana.

El voto es hoy un potente disolvente político de los resabios autoritarios locales y un eficaz factor de control ciudadano y rendición de cuentas. La gente castigó con su voto a la política gandalla, a la hybris de los gobernadores.

La corrupción de varios gobernadores emanados del PRI ofende a millones de militantes y daña a un partido comprometido con la transformación del país. Serán los tribunales los encargados de hacer justicia. México ya es otro, insisto.

El priísmo debe respaldar al presidente Enrique Peña Nieto e iniciar un diálogo plural con la sociedad para complementar las reformas estructurales con una agenda democrática sobre transparencia, paridad, empleo, salud, desarrollo del campo y energías limpias.

México necesita una agenda para el futuro y el PRI será quien la lleve a cabo. Esta agenda mexicana será la plataforma política del PRI dirigida a consolidar su base electoral militante dotándola de propuestas para el debate público con las oposiciones. Bien lo dice el presidente Peña: no se trata de ganar una elección, se trata del país que queremos ser en el siglo XXI.

En las encuestas nacionales publicadas observamos un empate entre las tres principales fuerzas políticas. López Obrador con su mismo techo de votación desde hace dos elecciones, la misma plataforma política conservadora y la misma falta de penetración entre los electorados indecisos. A su derecha, Acción Nacional llega fragmentado entre más de cinco corrientes que pelean por la hegemonía partidista pero sin una agenda de país clara para las mujeres, los jóvenes y la clase trabajadora.

Es en este escenario nacional donde el PRI más moderno y democrático puede construir una candidatura presidencial competitiva apoyada en una plataforma política atractiva para los electorados sin identidad partidista que van desde posturas progresistas hasta moderadas pero con exigencias puntuales en materia económica, empleo, seguridad y libertades con estabilidad.

Las oportunidades del PRI son reales, por eso el presidente de la República en su calidad de cuadro convocó a todos los priístas a ganar el futuro.

Oscar Juárez Domínguez

Polítologo

Twitter: oscar_juarez

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